Procesando...


Borges y la Universidad Nacional de Cuyo

En 1939 el Presidente de la Nación, doctor Roberto M. Ortiz y su ministro de Justicia e Instrucción Pública, doctor Jorge Eduardo Coll, me designaron Rector fundador de la Universidad Nacional de Cuyo, creada el 27 de marzo de ese año. De inmediato renuncié a mi profesión de abogado y me consagré a la organización de la Universidad. Yo sabía que el prestigio de toda universidad depende de sus profesores y como en las tres provincias cuyanas no había profesores para desempeñar algunas cátedras, me vi precisado a contratarlos en Buenos Aires y en el extranjero. Para el profesorado de la Facultad de Filosofía y Letras me asesoraron los doctores Ricardo Rojas, Ricardo Levene, Coriolano Alberini, Carlos Ibarguren, Rafael Alberto Arrieta y José A. Oría. Rojas y Oría me recomendaron a Jorge Luis Borges para algunas cátedras de literatura. De inmediato escribí a Borges y nos reunimos en el City Hotel de Buenos Aires. Le ofrecí la cátedra de literatura española con remuneración de $ 300 mensuales. Es mucho -me dijo- porque aquí solamente gano $ 180 en una biblioteca municipal, pero no puedo aceptar, no soy catedrático, no sé hablar, apenas escribo algunas cosas insignificantes. Insistí, le ofrecí dos cátedras, incluso de literatura hispanoamericana, pero repitió que no sabía hablar, que los alumnos lo silbarían.

Traté de disuadirlo, le dije que era sabida su cultura europea, su pasión por las letras, su espíritu selecto, y para reforzar mi argumentación recordé que el retórico Boileau asegura que cuando se concibe fácilmente, se expresa fácilmente. Yo le diría a Boileau -me contestó- que macanea, que más de un sabio ha tenido que ampararse en las letras para dar a conocer su sabiduría.

Sin darme por vencido y animado por la seductora personalidad de Borges, le propuse que hiciera un ensayo, que fuera a Mendoza y empezara disertando sobre el tema que él eligiera. Sin aludir a mi propuesta me dijo que no conocía Mendoza; entonces le ofrecí pasaje en avión o ferrocarril, sugiriéndole que fuera por tierra, así podría ver el paisaje. Creo -respondió sonriente- que el paisaje no es muy variado: unas veces se ven 4 vacas y un caballo, y otras veces, son 4 caballos y una vaca...

No lo convencí y siempre lo he deplorado. Su talento, su cultura, su espíritu maravilloso y su valiente sinceridad, hubieran contribuido al prestigio de nuestra universidad y formado discípulos que por siempre honrarían su memoria.

Algunos años atrás, la doctora Celia Correas Leal de Zapata, profesora de literatura hispanoamericana en California, presentó a Borges en la Universidad de San Diego, y al agradecer las palabras de Celia, recordó Borges la invitación del entonces Rector de la Universidad Nacional de Cuyo y deploró no haberla aceptado.